tintero





Don quijote a la pluma
pluma y tintero
Versíon para imprimir
Un alma simple


Alicia solía decir :

« por un lado, no tengo dinero para comprar cigarrillos, pero por otro nunca he tenido ganas de fumar , eso me simplifica la vida.»

Alicia vivía como una filosofa stoica. Puesto que nadie sabía ni una palabra sobre el estoicismo en la aldea, nadie le había dicho eso. Sin embargo, por ser humilde, Alicia nunca hubiera tomado esta referencia como un cumplido. Solo pensaba en agradecer a Dios por haber nacido sencilla. Debido a su alma límpida como las aguas de la fuente en la que cada día llenaba un cántaro, andaba transparente esta misma agua por las callejuelas. Todos la veían pero nadie la miraba. Una chica tan silenciosa, tan discreta, demasiado tranquila, sin los defectos que le hubieran dado una especie de personalidad, no interesaba a nadie. De modo que iba a quedar para vestir santos. Por una parte estaba dispuesta a ayudar, y ayudaba a todos, por otra, nunca pedía algo, y la gente detesta ser deudora. Si Alicia hubiera creído en la metempsicosis - y se hubiera sabido algo de eso - hubiera pedido reencarnarse en salvavidas. En cambio, se sentía tan alegre y cómoda en su vida sin aspereza que no entendía que la gente pudiese pensar así, además su sonrisa perpetua de santa hizo que el pueblo lograra a pensar que era soberbia y que Alicia era una mosquita muerta. Como a la gente no aguanta santas en la tierra (cada uno en su lugar, las personas vivas en la tierra y las santas en el cielo), Alicia fue espiada por miradas esperando que cayese. Al pueblo le parecia ser inhumano esta falta de ánimo, o imposible apagar tan largamente su genio. Finalmente, tuvo la prueba que le permitió maldecirla de « la puta ».

Un viejo asqueroso había comprado una finca en las cercania. El pueblo, decía asqueroso pensando  rico . Siempre es sospechoso ser demasiado rico para los pobres. Al inicio fue una buena noticia. El peluquero pintó en su escaparate : « peluquería francesa », tuvo un vértigo dibujando la silueta de la torre Eiffel, porque odiaba los lugares altos desde que de niño se había caido de la rama de un árbol. La tendera hizo «el mejor caviar de España» (era caviar de berenjenas con tinta de sepias), los campesinos intentaron vender champán de manzanas (es decir sidra), el sastre se puso el bombín de cartón y el monóculo que había comprado en el carnaval de Cádiz hacía veinte y cinco años durante su viaje de novios y una bufanda Yves Saint Laurent (su cuñada le había prestado una bufanda con sus iniciales, se llamaba Yolanda Sanchez Lopez), el dueño de la taberna decía a todos los vientos que Greta, su sirviente, había sido despedido del « Moulin Rouge » porque cojeaba un poquito (cojeaba mucho).

Ahora, las chicas no llevaban blusas; andaban alisándose la ropa y de puntillas como si tuvieran zapatos de tacón alto. En esta aldea sin horizontes para ellas, un viejo rico no era peor que la boda con un fulano, unos hijos mal criados y doce horas de trabajo no pagados al día. Pero el viejo no salía de su finca escondida por tapias de ladrillo y nunca venía a la aldea. Empezaron a pasearse por el camino de la finca cantando y a veces gritando una copla de la zarzuela «la verbena de la Paloma» :

« vienes a buscarme a casa, anda y búscame en la calle »

Pero nunca lograron que saliese el viejo o incluso que abriese una ventana para ver a tantas hermosas chicas que son las que dan sentido a la vida. Algunas, perdiendo toda vergüenza y el pudor que conviene a una damisela, fueron a bañarse desnudas en las aguas frías del río que fluía delante de la finca. Las risas y los gritos llamaban al amor,