tintero





Don quijote a la pluma
pluma y tintero
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La obra maestra


Sin decírselo a nadie, decidió buscar otro mundo, el que había atisbado en la calle.
Raimundo estaba harto de este mundo, del mundo en el que vivía, es decir, el mundo de su sofocante y opresiva familia. Los miembros de esta familia de comerciantes, tal vez por ser demasiado honrados, concienzudos y laboriosos, trataban a Raimundo como a un holgazán, es cierto que lo era, no obstante prefería decir que era poeta. Por fin, hoy era el día de su venganza. Sus hermanos habían desaparecido y los policías estaban registrando la casa. Se sobresaltó cuando el comisario le llamó para preguntarle:
  1. - ¿Quiere comer algo? La pesquisa va a durar mucho.
Raimundo negó con la cabeza pensando: "yo quisiera que me dejaran volver a mi puesto mientras hacen la investigación". ¿Su puesto? La ventana. Se había enterado de que, esta mañana, un perroflauta 1 había empezado a dibujar con tizas de color en la acera. Dibujaba algo misterioso que lo atraía como un imán. Algo como la profunda quietud del espacio. Solo quería que le dejaran ir en paz para admirarlo. Iba a ser un dibujo de luz, de quietud, de esperanza. Un dibujo en el que cada uno podría ahogar su pésima vida. Desgraciadamente, al comisario solo le preocupaban las vicisitudes humanas.
  1. - Como quiera. ¿Cuándo se marcharon sus hermanos?
  2. - Hace una semana. Me dejaron sin dinero. He tenido que ir a una casa de empeño. Me comporto como un ladrón.
  3. - Son ellos los ladrones, unos malvados que incluso engañan a su hermano.
  4. - No me han engañado, no son malvados, pero yo, sí lo soy. No es la primera vez que robo, a menudo me he quedado con unas monedas del dinero que me daban para los viajes y me he comprado libros de segunda mano en Barcelona.
  5. - No era robar, sino ahorrar… ¿iba a menudo a Barcelona?
  6. - Cada semana iba a coger el tren para Francia. Llevaba siempre dos grandes maletas cerradas con llaves. Dormía en un hotel en Perpiñán y volvía dejando las maletas en la habitación.
  7. - Sus hermanos le utilizaban como mula.
Raimundo que trataba de apreciar de reojo los progresos del dibujo sobre la acera se sintió ultrajado, que sus hermanos lo hubieran tratado como a un esclavo, como a un ser miserable e imbécil, como a un perro que solo tiene derecho a lamer la mano de el que le pega, era asunto de familia, pero que un extranjero se atreviese a poner en duda su humanidad, no lo podía aguantar. Se santiguó.
  1. -No soy un ateo, hago distinción entre el género animal y el género humano. "Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra". Génesis 1.26. Soy un hombre, los animales son seres inferiores, soy un hombre que Dios hizo a su imagen, me ha insuflado el espíritu divino. No soy un animal, soy un hombre, lo repito, soy un reflejo de Dios y además soy poeta. El poeta ve más allá y piensa más alto que los demás. Me lo decían mis hermanos.
  2. -Lo del poeta era una mentira para tapar la realidad y yo, le hablaré francamente. Fue usted una mula, en otras palabras, alguien que ha llevado maletas llenas de cocaína. Fue usted un traficante como sus hermanos.
Raimundo vaciló bajo el choque de la acusación. Nunca perdía la calma el comisario. Cuando uno le calentaba la cabeza se decía a sí mismo: todo el mundo dice que la mentira es más divertida. Pero con un par de verdades puedes dejar a cualquiera callado, y con su réplica cortante hizo callar a Raimundo. El resplandeciente poeta había verdecido de miedo.
  1. -No... no la sabía… como yo que hacía la limpieza y cocinaba para mis hermanos cuando estaban, ¿podría ser un traficante?
  2. -No podría usted desarrollar un tráfico, estoy de acuerdo, pero decidirá el juez. Yo solo investigo.
El comisario plantó a Raimundo, dejándolo con sus ideas negras, a un horizonte cerrado por la puerta de la cárcel. Raimundo se acercó a la ventana. En la calle, el perroflauta seguía dibujando. Aún no se podía saber lo que esbozaba. Solo se podía intuir que era algo demasiado ambicioso para la acera destrozada de la calle triste. Sin embargo, ya alumbraba la fachada leprosa del edificio de enfrente.
  1. -¿Puede enseñarme su habitación?
Raimundo volvió la mirada a una realidad sucia. El comisario era insensible al arte y prefería registrar sus pocos muebles. Raimundo le condujo a un cuartito miserable e oscuro.
  1. -Estaba seguro de que sería esta su habitación. ¿Qué hay en el armario?
  2. -No hay armario en mi cuarto, aunque está oscura, puede comprobarlo.
El comisario le tomó del brazo y, arrastrándole, fue hasta el fondo. Se detuvo delante de una pared empapelada. El papel amarillento con cuadros burdeos parecía datar de la construcción de la casa.
  1. -Lo ve usted señor comisario, no hay armario.
  2. -¿Y de que sirven estos cables?
Del techo colgaban dos cables eléctricos.
  1. -Eran los cables de la luz. Pero se han fundido los plomos, o no sé qué. Tengo miedo de la electricidad y no he arreglado nada. Pongo una vela sobre mi mesilla de noche. Es más seguro.
  2. -Voy a enseñarle algo.
El comisario pidió a un policía que acercase una silla, subiese y juntase los cables. Un ligero zumbido se hizo oír y se abrió una puerta cuyos bordes se confundían con las rayas del papel. Raimundo vivía una pesadilla.
  1. -¿Qué es eso?
  2. - Un armario empotrado. Hemos encontrado los paquetes de droga que sus hermanos no
  3. - Le juro que no sabía nada. ¿Cómo se ha enterado la policía?
  4. -Por una denuncia anónima, pero sus hermanos han sido prevenidos. Creeré en su inocencia si me confía todo lo que sabe, todo lo que ha ocurrido estos últimos días.
  5. -No sé nada.
A pesar de haber sido traicionado, a pesar de haber sido engañado por los que habrían debido protegerle, Raimundo no soportaba la idea de ser un chivato, él, un poeta que perseguía las divinas musas de un idealismo puro y sin compromiso. Una doble postura para hombre que corre el riesgo de recibir una dura sentencia si no entrega sus hermanos a la policía. Sin embargo, el idealista tenía miedo de las trivialidades de este prosaico mundo.
  1. -¿Me va a detener?
  2. - Vuelva al salón y espérame. Se lo diré al final de la pesquisa.
Raimundo se apresuró hacia su puesto de observación. La espalda del perroflauta ocultaba el dibujo, una silueta negra que no lograba tapar la luminosidad irreal que emanaba de la acera. El perroflauta remataba con las dos manos su obra maestra. Solo podía ser una obra maestra. Raimundo lo presentía, lo sabía. De sus dos manos lanzadas a la conquista del asfalto, el perroflauta ponía fin a la realización consecuente de un sueño, el que nunca Raimundo se había atrevido a soñar.

De repente, el perroflauta se levantó, se volvió e hizo una gran reverencia. Luego, se enderezó para mirar a Raimundo que se puso a temblar. ¡ Qué hermosura más inhumana! Raimundo contemplaba la alegoría de su ideal estético, admiraba la manifestación del arte poético en su cumplimiento más acabado, sucumbía a la infinitud de lo inconcebible. El perrofl… el hombr… el príncipe del arte, con un ademán amplio, le invitó a pisar la obra maestra. Sí, le había invitado a pisarla.

Raimundo estaba a punto de abrir la ventana para salvar el antepecho cuando el comisario abatió su garra sobre su espalda para obligarle a volverse. Parecía enfadado, hablaba mucho, hablaba rápidamente y abría tanto la boca que se veían sus muelas gastadas. Algo le había sacado de sus casillas. Parecía vociferar, sin embargo, Raimundo solo oía un murmullo apenas audible. El payaso comisario gesticulaba, gritaba delante de un Raimundo impasible porque no se sentía más concernido. Al cabo de un rato el fulano excitado se cansó y se marchó con sus hombres. Dejaron la puerta abierta. Las bombillas del pasillo se apagaron.

El marco de la puerta encuadraba una mancha oscura y honda como el infierno. El rectángulo negro hipnotizaba a Raimundo, como un sonámbulo dio un paso, luego otro, luego todavía otro, descendió la escalera, llegó a la calle. Al otro lado de la calzada, la acera temblaba de alegría, la obra maestra echaba chispas. Unos brazos cariñosos de lánguido vapor le enlazaron amorosamente y le acogieron en el corazón caliente del arte.

Dos pobres infelices se atareaban alrededor del dibujo ya imperceptible.
  1. -¿Por qué tenemos que borrar eso?
  2. -Para no llamar la atención. Lo que ha dibujado un hombre aunque no lo es, debe ser borrado por otros hombres, aunque no lo somos.
  3. -¿Dónde está el amo?
  4. -Satanás está harto de las almas de los malvados. Llegan directamente al infierno después de un juicio chapuceado. Es pan comido. El amo se ha hecho más exigente, más refinado. Le gustan las almas puras de los hombres que no tienen idea de lo que es el pecado. Se le ha ocurrido la fantástica idea de dibujar atajos para ir directamente al infierno. Con esta trampa suprime el último juicio y le roba almas a Dios.
  5. -¿No es eso lo que los hombres llaman una obra maestra?
  6. -Sí, y me gustaría tener el honor de felicitar a nuestro amo. Pero no está.
Satanás, sin decírselo a nadie, había decidido buscar a otro Raimundo.

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1 - "Se emplea el término perroflauta para referirse a un tipo de persona, habitualmente joven y con aspecto descuidado, que puede verse como un hippy en su acepción más moderna. Se les denomina así porque suelen llevar perros y tocar la flauta, aunque el término ha trascendido su significado original y se utiliza en muchas ocasiones de forma despectiva para referirse a cualquier joven con aspecto desaliñado." (Fundación Del Español Urgente, institución sin ánimo de lucro que tiene como principal objetivo impulsar el buen uso del español en los medios de comunicación. Nacida en el año 2005 fruto de un acuerdo entre la Agencia Efe y el banco BBVA, trabaja asesorada por la Real Academia Española). Fuente: www.fundeu.es
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Antón Terías abril de 2014


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