tintero





Don quijote a la pluma
pluma y tintero
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Un pronombre para el planeta


Hoy, el rey se ha despertado cansado. Cada día se despierta cansado. Cada día más cansado. Eso no puede proseguir así. El rey ha tomado una decisión. Ha convocado a todas las palabras de su reino, para una audiencia, en la sala de baile del castillo. Ya han llegado todas las palabras y el rey empieza a hablar: ¡Qué sorpresa! Todas las palabras se callan, ninguna se atreva a protestar. El rey reflexiona un rato: El silencio aplastaba a la audiencia mientras que algunas palabras como obsequiosidad, zalamería, o empalagoso, buscaban la mejor oportunidad para hacer la pelota al rey y pensaban en felicitarle: "LO ha decidido muy bien su majestad", pero el rey continuó: No era una innovación sino una revolución, y una revolución iniciada por el mismo rey. Una reprobación indignada condenó este crimen de lesa majestad. Algunos verbos, con memoria débil ya que habían olvidado todo lo aprendido en la escuela, temían que el rey les preguntase sobre el uso del imperativo o del gerundio. Cada palabra de la audiencia mira a sus vecinas. "¿Alguien ha entendido algo? ¿Qué habéis entendido?" Cada mirada expresa el mismo desasosiego, expresa la misma interrogación: "¿Comprendes tú algo? Yo un poquito pero me temo que no entiendo todo, tengo algunas dudas..." Sin embargo el rey es muy inteligente y muy hábil también. Sabe como manipular a sus súbditos. Ahora cada palabra estaba diciéndose: "tengo que mostrar al rey que tiene toda la razón y que merezco su confianza". No obstante, el rey sabía que ninguna palabra había entendido nada. Las palabras son criaturas endebles que necesitan explicaciones más simples y unas aplicaciones sistemáticas. Éstas se acercaron con miedo. El juego no le gustaba, por lo menos un juego con reglas incomprensible siendo árbitro el mismo rey. Para tranquilizarlas, el rey pregunta a la chuleta con una voz suave: El rey se pone de pie y grita: Los músicos entran en la sale de baile y esperan la señal del rey para empezar a tocar. La tensión ha caído, cada palabra cuchichea algo al oído de su vecina e intenta olvidar el miedo que tuvo. Entra una palabra muy elegante, delgada y con aire de reina. Lleva un vestido magnifico de varios colores cambiando con sus movimientos, verde como las hojas del bosque, azul como la profundidad del cielo, gris blanquecino como la niebla, turquesa como el mar del Caribe, dorada como el sol de medio día o carmesí como el anochecer, blanco como la nieve, púrpura como las sombras en los montes alejados... Todas envidian una maravilla semejante. El rey la coge de la mano y dacon ella la vuelta al salón de baile para presentarla a sus súbditos acariciándole la cintura con la finalidad de subrayar su esbeltez de bejuco. Vuelve el silencio, las palabras se callan ¿Qué dice el rey? ¿Qué tontería es esa ¿Estará el rey perdiendo la cabeza? ¿Un viejo cacoquímico que se muere por una jovencita vestida como una puta? Primero lo raro del pronombre con los que la palabras tendrán que compartir la riquezas del reino, luego un baile ridículo y después lo de Ecología, amante del rey, una oportunista, reina de la gramática para salvar la naturaleza... Las palabras orgullosas por tener tanta importancia siguen al rey y a la reina hacia la pista de baile.

Terías, febrero de 2012


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