tintero





Don quijote a la pluma
pluma y tintero
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Aforismos


     Sentado en un banco, el anciano había dicho esta sentencia como si no pudiera más con el espectáculo. Desde hacía una semana, le veía cada día, sentado en este banco. Meditaba silenciosamente, parecía ser un hombre muy callado. Y se sabe que: «El sabio calla, el tonto habla y el estúpido grita». El anciano era un sabio, un filósofo, pero hoy, su desesperación se había convertido en palabras, aún tenía algo de humano.

      Había venido yo aquí, a la orilla del mar, para disfrutar de algunos días de vacaciones. Habitualmente, no voy a la playa, porque son miserables los placeres que se pueden encontrar allí, soy demasiado intelectual para retroceder al estado de pez o de lagarto. El Zarathustra de Nietzsche gritó una terrible frase: «El desierto está creciendo: ¡desventurado el que alberga desiertos!» Yo también me alejo de la muchedumbre tonta y gregaria que me rodea y me ahoga. En mí crece el silencio bendito y el desierto que descansa de la locura de las modas de las costumbre ridículas, de las novedades, de la, manías, del gusto único que hay que fingir tener para no ser visto como un marciano.

      Por supuesto, no me siento desventurado, pero los demás lo piensan. Lo esconden, porque son unos hipócritas, pero lo piensan con tanta fuerza que les entiendo. Esta vez, he preguntado yo para obtener la atención del anciano. Pero no me ha hecho caso. Tengo que demostrar que merezco ser su discípulo, tengo que hacer mis pruebas. Me he sentado a su lado. ¿Se ha enterado de eso? No lo sé.

     He meditado un plan muy bueno. Mañana, voy a hacer como los demás, actuar como un turista estúpido, bañarme en el mar y hacer las tonterías de nuestra época y después de almorzar, a la hora de la siesta que echan los miserables organismos aplazados por una difícil digestión, voy a aprovechar la serenidad que da la sabiduría. El anciano solo viene durante estas horas, las horas de los filósofos.

      Pero ¿Qué son los siglos por el mar?, ¿Cuántas generaciones por siglo? ¿Cuántas por milenario? ¿Cuántos hombres han partido las olas sin que se de cuenta el mar? ¿Cuántos han muerto sin verlo? El mar es la eternidad, el mar es imperturbable, el mar desprecia al hombre, la hormiga ridícula.

     El anciano no mueve ni un párpado, quizás esté en trance. Volveré mañana, ahora me voy hacia el ruido, voy a sumergirme en la superficialidad, la frivolidad, la puerilidad, es decir, en nuestra pobre humanidad. Pero me voy más sereno, lejos de las miserables contingencias terrestres.      Hoy es mañana, es decir que hoy, estamos en el día siguiente de la víspera, ayer el anciano me dio mi primer tema de reflexión, y ayer comencé a escribirlas (presiento que habrá muchas) en esta libreta. Pero ya que hoy es mañana con relación a ayer, voy a continuar escribiendo con el fin de que el lector sepa bien que ayer tuvo un día siguiente que es hoy.

     El filósofo debe dominarse en el tiempo y en el espacio. Me desenredo ya muy bien con el tiempo. Creo que voy a escribir una obra maestra. Me he sentado en el banco. El anciano, no me ha hecho caso. Sé que el maestro somete a su discípulo a una prueba larga, pero yo no tengo tiempo de mostrar la calidad de mi silencio: mis vacaciones pronto se acabarán. El hombre verdadero, el hombre fuerte sabe forzar su destino. Entonces he preguntado, como si esta pregunta clave fuera una contraseña. Durante un rato, he creído que el anciano no me había oído, pero ha acabado por perfilar el tema del día :      Segunda sentencia del anciano pero más difícil que la primera. EL anciano tiene un largo bastón entre las piernas, las manos cruzadas el puño y la barbilla apoyados en las manos, la mirada fija en los turistas tomando el sol en la playa, una mirada mineral, una mirada cansada de viejo, pero la mirada lejana del sabio.

     ¡Eso es! El sol quema a los turistas como el cocinero a los pollos. Es una expresión de desdén para unos idiotas que se preocupan solamente de no parecer lo que son: un montón de carnes gruesas blanquecinas y trémulas.

     ¡Es cómico! Cada uno en la playa quiere estar tan bronceado como un pollo al horno. Pero Dios ha hecho al pollo para alimentar a los hombres y a los hombres para pensar. Dios se hizo hombre y no pollo. He tomado una decisión, no iré más a tomar el sol a la playa, ya estoy negro.

     La playa es un gallinero. Tal vez me ha visto el anciano: en la playa cada mañana, estoy más perdido que una cucaracha en un baile de gallinas. Todas las gallinas cacareando. ¿Van a poner o llaman al gallo? Parecer, es la enfermedad de mis semejantes. En el instituto, hablando de la filosofía de Platón, mi profesor decía que  ser era lo esencial, estaba en el mundo de la idea.  Mientras que parecer, la copia, estaba en el mundo sensible, pero había que buscar lo suprasensible para encontrar los verdaderos fundamentos.  No me atrevo a decir lo que son los fundamentos de esas gallinas.

     ¿ Y lo del estómago? Basta con ser culto para entender: el confucianismo, taoísmo y shintoísmo situaban en el estómago el centro desde el cual se distribuye el "ki" que surge como resultado de la interacción de los dos extremos, el ying y el yang. Al ser energía, también es movimiento.

     Eso es la enseñanza del maestro: tengo que moverme hacia un restaurante chino para ingerir las sutilidades de la comida asiática y la bebida de Dioniso «In vino veritas» (no pienso que haya una palabra latina para el té). Creo que me va a gustar la verdad.

     ¡Me encantó la verdad! Pero, ¡Cómo me dolió la cabeza! Todavía me gira. Esta noche he vomitado la verdad que me sobraba. Hace falta la solidez del alma del filósofo para ver la verdad en frente, para clavarle la mirada en la suya. Necesito otras lecciones de sabiduría.      Cada vez más difícil. Es normal que haya una progresión y ya que es muy rápida, es que confía en mí. Otra vez me ayuda la mirada del anciano alumbrada por una luz de ironía y de las chispas de malicia. Oh no, es un rayo de sol, ¡el maestro sostiene sin parpadear la luz del sol! ¿Qué está mirando?

     Un montón de carnes en la playa. Carnes sanas o dañadas, jóvenes o viejas, apetecibles o asquerosas, atractivas o repulsivas, firmes o deformadas, totalmente expuestas impúdicamente, totalmente supurantes de deseo. Y los pobres conquistadores de día, escogiendo una presa fácil y ofrecida, orgullosos de vencer sin combatir.

     ¡Pobre humanidad! ¿Dónde están los Sócrates, los Tomás de Aquino, los Erasmos, los Lockes, los Nitch... los Nischte... los Niechztes... los Nietzches (ya su nombre es un problema filosófico)? Está encerrada en la caverna de Platón (que buena alegoría) y no quiere ser libre, tampoco sabe que lo podría. Misma lección que el segundo día : la humanidad despistada, se queda en el mudo sensible, agarrándose a los miserables beneficios a su alcance. La humanidad de vacaciones no ve más lejos que el abuso de los placeres del amor versión Kamasutra.

     La mirada del anciano se vela, es la hora de mis estudios sociológicos. Hay cerca un cine que proyecta películas X. He visto a la humanidad en el sol de la playa, voy a verla en la oscuridad y tomar notas para mi obra sociológica. No tengo, como Diógenes la mala costumbre del osnanismo excesivo a la vista de todos.      El anciano sabe todo. Ni tenía ganas de preguntarle, pero él sabía que estaba deprimido, y avergonzado. No se notó en la oscuridad del cine, pero me puse como un tomate: me había pillado la acomodadora. Entiendo muy bien lo del pimiento y la vergüenza. Me sentí sucio y también ridículo. Huí como un ladrón. Me temo que no fuera tan firme como debería. Me temo que no fuera sociólogo de verdad.

      Es que soy una persona cándida, me falta la malicia mala de los hombres perversos, unos cínicos desconfiados. Tengo un alma pura e inocente, por eso, debido a la pureza de mis pensamientos, puedo, como los estoicos, alcanzar la libertad y la felicidad volviendo la espalda a las comodidades materiales. Guiada por los principios de la razón y la virtud lograré la imperturbabilidad que llamaban «ataraxia», pero tengo trabajo, porque me faltó un poquito de imperturbabilidad en el cine.

     He leído con mucha inteligencia La parábola del fariseo y del publicano. Dios me hizo perfecto, y aún está limpia mi alma. Esta parábola, nos enseña que la condición esencial de la salvación es la humildad es reconocer lo que no tiene cada uno para alejarse de la soberbia que nos sopla el diablo. Y yo no tengo manchas en el alma, eso puedo reconocerlo. He sido elegido para otro destino. Tengo otra naturaleza. Por ejemplo, las chicas solo piensan en el sexo, es una abominación, pero no conmigo. En cada baile, siempre me rechazan las chicas, siempre me dan calabazas. Lo he comprobado muchas veces. Mi pureza les da miedo.

     Es demasiado peligroso frecuentar a los hombres. Quería despreciar a los pecadores imitándolos para entender mejor sus debilidades, mi amor hacía los demás no tiene limitaciones pero me impliqué demasiado en un asunto sucio. Es más una vocación de apóstol que de sociólogo. El sociólogo no quiere a los demás sino que observa sin sentir nada por las almas perdidas, sin rezar por ellas. Voy a abandonar este papel que me llevará a mi perdición. El fariseo que se siente superior al pecador y le desprecia, pierde su alma, y no quiero perderla.

     La conducta de la gente (y sobre todo del sociólogo) se conforma con ser convincente, superficial, egoísta, narcisista, mundano, depredador y materialista. El dinero es su rey, el placer su imperador, su ego su Dios. Carece de individualidad, de pensamiento independiente y está fuertemente polarizada para mantener una  mentalidad de rebaño. No quiere entender cosas más allá de la esfera material de los cinco sentidos (a veces me pregunto si hay solo cinco viendo a la gente capaz de volverse loquísima por gozar más), y no tiene ningún interés en asuntos metafísicos que serían honrar al cerebro que Dios nos regaló. Sin nnigún pensamiento religioso, es totalmente incapaz de empatía, introspección y sacrificio.

      Santo o filósofo (tal vez los dos), ahí está mi camino. La vía transcendental del filosofar es difícil, el camino del santo es arduo, pero son los caminos del cielo.

     «Pimientos rellenos son vergüenza y úlceras». He entendido lo de la vergüenza, pero lo de las úlceras... Por más que me retuerzo los neuronas... Sí, ¡es arduo el camino de la sabiduría! Vamos a ver, mi profesor siempre decía: «si no entiende la pregunta o una palabra de la pregunta, busca la significación». ¿Qué es una úlcera?

     Una úlcera es una lesión, una llaga o un agujero en una membrana mucosa o en la piel que no se cicatriza. ¿Dónde tengo una úlcera? El anciano es un sabio y no un médico, entonces se trata de una metáfora. ¿De qué podría ser la metáfora? Si el cuerpo es un instrumento biológico para comunicar con el entorno físico, ¿Con qué comunicamos nuestro estado y calidad del alma?... por el aura. No hay ninguna otra solución.

     Cuando mezclé la comida asiática y un vino occidental, hice una metáfora física del pensamiento ecuménico del anciano. Al contrario, mi piel espiritual, es mi aura, el campo energético que me rodea. Es invisible para la gran mayoría de los seres humanos. Esta radiación luminosa representa las vibraciones de mi alma, vibraciones rotas por los pecados de estos días. Lo ha visto el anciano y yo sé, como él, que el diablo busca las úlceras para tomar posesión del alma. Venir aquí de vacaciones, fue una suerte, la advertencia salvadora. Vendré todos los años e incluso los fines de semana, la salud de mi alma está en juego.

     Está decidido, vuelvo a tomar el sol en la playa y a comer como un idiota todo lo que me dé la gana y después, volveré a echarme largas siestas. Tengo que vivir algunos días como los turistas para restablecer mi equilibrio interior. No puedo afrontar la metafísica, demasiadas reflexiones me destrozan.      Otra vez al lado del anciano. Me he quemado la piel y he comido demasiado. No puedo ni echar una siestita, me va a explotar la barriga. Vomitar sería un regalo del cielo.       El anciano sabe todo. Tal vez me ha visto en la playa o en el restaurante. Me sabía vacío. Sí, como los buñuelos de cuaresma, dorados por fuera, vacíos por dentro. Ya me había sobrado la verdad, ayer, me pilló la acomodadora. ¡Qué vergüenza!

      Tiene razón el anciano, para limpiarme tendré que hacer cuaresma durante un año entero. Pero, ¿cómo sabe lo que ocurrió? Me siento fatal. No me atrevo a mirar a la gente, porque todos conocen lo de mi ignominia.

     Hay también ignominia en los retortijones de mi estómago. ¿De qué lado voy a echar tanta ignominia? Lo sé, mi ignominia es haber pedido tres veces patatas fritas con mucha mayonesa. Los helados no consiguieron borrar el sabor de mayonesa en la boca. Solo lo consiguió el irish coffee. Pero dos irish coffees, no fueron una buena idea. No por culpa del whisky, tampoco de la nata, sino la del café amargo como un viejo filósofo.

      Sí, se ha entregado el anciano, no bastaría una cuaresma de cuarenta días. Necesito un cuaresma de un año entero. En la calle, voy a taparme los ojos con mis manos delante de cada pastelería o cada tienda tentadora. ¡Cómo el diablo sabe esconderse detrás de todo lo que me gusta!

     Quería ser un filósofo, o al menos aprender el camino de la sabiduría, soy demasiado joven para marchitarme en pensamientos de viejos, tal vez sabios, porque no pueden gozar de la vida, no pueden hacer otra cosa que despreciar los placeres que no pueden alcanzar.

     ¿Soy un buñuelo vacío? Me gustaría estar más vacío, me encantaría vomitar mi ambición estúpida. Tengo que disfrutar de la vida, pero con más moderación. Me importan un bledo los aforismos de la sombra de la muerte despidiéndose de los vivos.

      Es viejo, muy delgado, parece enfermo y muy débil. Le queda la filosofia, y basta. Es uno de estos filósofos amargados que, tal vez, nunca ha tenido éxito con sus relaciones sociales, y está frustrado por ello, ha tomado la senda de lo intelectual para poder justificar su propia incapacidad para adaptarse tratando a los demás de idiotas e inferiores. Y haciendo la crítica de las costumbres del que no puede ser. Son tan soberbios que en lugar de analizar la realidad se contentan con inventarse una a su medida.

     Y ¿por qué compartiría yo su amargura? Turista soy, turista seguiré sieno. Joven soy, joven... mantendré mi mente joven para disfrutar de todo lo que nos ofrece la vida... Un imbécil lloroso intentaba levantar al viejo de su banco. El anciano me mira por primera vez con una luz maliciosa en los ojos:      ¡Qué alivio! No era un filósofo. Por eso lo entendía. Eso me recuerda el chiste del profesor de filosofia contestando a sus alumnos al final de la clase : «Si me habéis entendido, es que me he explicado muy mal». Soy yo un publicano y para mí ha sido creado el paraíso.

     ¡Qué alivio! He vomitado todo: La teoría y la materia. Me siento ligero. Vamos a ver, si meriendo ahora, Cuándo podré bañarme?

La vida es solo una sucesión de preguntas...

Antón Terías, marzo 2011.


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